Su
casa natal está cerca del pueblito de Cascia, en la Umbría, región del centro
de Italia. Su vida comenzó en tiempos de guerra, catástrofes, conquistas y
revueltas.
Los problemas de la época parecían muy grandes para los propios
gobiernos de las naciones.
Pero
para ella “nada es imposible”. Así conocemos a Santa Rita de Casia, una de las
más populares en la Iglesia Católica. Nació en mayo del año 1381. Sus padres, Antonio
Mancini y Amata Ferri, eran conocidos como los “Pacificadores de Jesucristo”. Siempre
eran llamados para calmar peleas entre los vecinos de la región.
Cuentan
sus biógrafos que, desde que era bebé, mientras dormía en una cesta, abejas
blancas se agrupaban sobre su boca, depositando en ella la miel sin hacerle
daño y sin que la pequeña llorara para alertar a sus padres. Uno de los
campesinos, viendo lo que ocurría trató de dispersar las abejas con su brazo
herido. Su brazo se sano inmediatamente.
Aunque
Santa Rita quería ser monja, se casó para obedecer a sus padres. Su esposo era
cruel. El sufrimiento que le causaba, ella lo devolvió con oración y bondad.
Con el tiempo él se convirtió, llegando a ser considerado y temeroso de Dios.
Pero Santa Rita tuvo que soportar un gran dolor cuando su esposo fue asesinado.
Su
esposo terminó por convertirse. Uno de los grandes dolores de la vida de fue soportar
el asesinato de su marido. Terminó descubriendo que sus hijos querían vengar su
muerte. Por lo que ella dedicó suplicarle a Dios que se los llevara antes de
que pudiesen cometer pecado por vengarse. Al poco tiempo, ambos hijos
fallecieron.
Se
entregó a la oración, penitencia y obras de caridad. Aplicó para ser admitida
al Convento Agustiniano en Casia. Al no ser aceptada, se encomendó a sus tres santos patronos: San Juan Bautista,
San Agustín y San Nicolás de Tolentino. Milagrosamente
logró ser admitida en el convento.
Santa
Rita falleció el 22 de Mayo de 1457,a los 76 años de edad. Su cuerpo fue conservado intacto por varios siglos. Después
de 200 años de su muerte, las abejas blancas surgían de las paredes del
monasterio de Cascia durante Semana Santa de cada año y permanecían hasta la
fiesta de Santa Rita, el 22 de Mayo.
El
ataúd de madera que tenía originalmente fue reemplazado por uno de cristal y ha
estado expuesta para veneración de los fieles desde entonces. Multitudes
todavía acuden en peregrinación a honrar a la santa y pedir su intercesión ante
su cuerpo que permanece incorrupto. León XIII la canonizó en 1900. En la
ceremonia de beatificación, el cuerpo de la Santa se elevó y abrió sus ojos.